martes, 11 de diciembre de 2012

Intercambio a Colombia. Crónica de mis anhelos


Hablar de mis metas profesionales, de mis anhelos por realizar un intercambio académico y de mi pasión por un país que me cautiva de pies a cabeza es remontarme a los inicios de mi estancia en una de las mejores universidades a nivel mundial: La BUAP

La primera vez que presente el examen para entrar a la Máxima Casa de Estudios de Puebla fue en el proceso del 2009. Tengo que aclarar que yo no soy de la ciudad y que en mi pueblo desgraciadamente pocos tienen la posibilidad de estudiar una licenciatura, pero yo siempre he tenido deseos de superación y con mucho esfuerzo mis padres podrían apoyarme para ir a la universidad. Por eso era tan importante aprovecharlo.

Recuerdo que aún no estaba seguro de qué es lo que quería estudiar, ni en dónde. No podía pagar una universidad particular y tenía que escoger una que además de ser accesible económicamente me brindara educación de calidad, al pensar eso solo una respuesta me vino a la mente: La BUAP (Aunque confesaré que en ese entonces no estaba muy bien enterado de toda la historia, calidad y prestigio de mi ahora alma mater).


Y bien, ya escogida la universidad faltaba elegir a que me iba a dedicar el resto de mi vida. Muchos conocidos tomaban un semestre en alguna licenciatura y si no les gustaba se salían y probaban con otra y con otra, pero mi situación económica no podía darse esos lujos, tenía que escoger bien y a la primera. Contaba con 3 opciones: Antropología, Ciencias Políticas y Ciencias de la Comunicación. Me decidí por la última.

Para la mayoría de mis compañeros del CBTis N. 257 poder entrar a la BUAP era un sueño guajiro, pero siempre he sido engreído en ese aspecto y pensé que yo lo podría hacer. Tome el seminario de preparación para el examen, estudiaba en las tardes, resolvía problemas matemáticos,  contestaba guías, pero… no fue suficiente… La mañana del sábado en el que darían los resultados estaba afuera del puesto de periódicos esperando con ansias ver mi nombre en la lista de aceptados, toda la noche anterior no pude dormir de la emoción. Compre el periódico, revise la sección donde venían los nombres de los aceptados en Comunicación, busque, rebusque, pero no encontré mi nombre. Fue devastador.

El no haber sido aceptado fue como si me hubieran dicho: “Tienes un mes de vida”. Todas mis ilusiones se desplomaron, me sentí el más ignorante de todos, me sentí un fraude, un inepto. Lloré. Fue un tiempo difícil, busque otras universidades, inclusive me inscribí a una escuela incorporada a la BUAP ¡que para no perder el año! pero me salí al día siguiente… te cobraban hasta la risa. Busque trabajo y no me lo daban: que era yo muy joven, que no tenía experiencia, que llamara después… sí, yo también fui ni-ni.

Tuve meses de depresión, en algún momento pensé en abandonar la idea de ir a la universidad y  empezar a trabajar para ayudar en casa. Me preguntaba el porqué de mi fracaso, culpaba al sistema, al gobierno, a la universidad, a mis profesores anteriores, a mis padres, hasta que me di cuenta de que el único culpable era yo. Fue así como acepte mi error, lo afronte y me propuse intentarlo nuevamente, tenía todo un año para prepararme, para saber si realmente me quería dedicar a la comunicación, esta vez no podía fallar.



Aún tengo el manual que yo mismo hice, donde estudiaba, investigue todos los temas del examen de área de conocimiento, fueron poco más de 200 hojas que engargole con información precisa sobre lo que vendría en el examen. Y aprendí todo, lo de la revolución francesa y el renacimiento, los ismos, el sistema de gobierno de México desde los 40 hasta Fox. Todos los temas referentes a Humanidades y Cs Sociales y aprendí mucho. No había día en que no estudiara, y trababa de entender a Marx y a Weber y elaboraba mapas conceptuales que pegue en mi cuarto para no olvidar algún detalle.

Para el examen de razonamiento verbal, matemático y redacción indirecta también me prepare, compre la guía que vende la DAE, me la vivía haciendo operaciones matemáticas y volví a tomar el seminario. Todo el tiempo tenía en mente solo mi objetivo, entrar a la BUAP, fue en ese tiempo cuando me enamore de la universidad, empecé a conocer parte de su historia, reconocimientos, premios a nivel internacional  y cada vez crecían más mis ganas de pertenecer a esa institución.

Fue casi por casualidad que un día descubrí el 96.9, mi grabadora paro en esa sintonía sin saber que era la frecuencia universitaria, la universidad en la radio; Radio BUAP. Me pasaba horas escuchando “Cantares”, “Punto de expresión” y sobre todo “Informativo 96.9” donde me enteraba de todo lo que acontecía en la universidad, tiempo después Gaby Flores su conductora y directora de la estación, sería mi compañera en un diplomado.

Muchas veces  quise visitar la facultad, no la conocía, solo sabía que estaba por el CCU, un día estando ahí le pregunte a una señora de intendencia –oiga usted, ¿Dónde esta la Facultad de Comunicación de la BUAP?- está allá, me dijo, señalando a un lugar donde nunca pude observarla. Fue precisamente el día en que me inscribí al examen cuando tome un micro que sin saber me dejaría en sus puertas. Entré, recorrí sus pasillos, sus salones, y me enamore de la Facultad, de su lema: “Y la verdad estará en nuestras voces… y nuestras voces rodearan al mundo”



Llego el día del examen, los nervios me venían de vez en cuando y yo los ahuyentaba con dosis de arrogancia fundada en conocimientos, ¡esta vez sí lo lograre! Me repetía. Y tuve que esperar 3 angustiosas semanas para saber si mis esfuerzos habían dado frutos, si esta vez sí me había ganado un lugar dentro de la Benemérita.

Al comprar nuevamente el periódico el día de los resultados, como en un dejavu realice el mismo ritual de buscar la página, mi nombre, y sí… ahí estaba. Mi matrícula en la lista de “Aceptados”, creo que revise más de dos veces por si no me había equivocado de matrícula, de lista, de periódico… pero no. Logre entrar a la BUAP. Y otra vez lloré, ahora de emoción.

Hoy formo parte de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y me siento orgulloso de eso, ya logré lo que para mí era lo más difícil, ahora debo continuar cumpliendo mis objetivos uno por uno, recordando lo que me costó estar aquí y aprovechando al máximo mi estancia,  el año sabático me sirvió –entre otras cosas- para saber que realmente adoro la comunicación y me gusta pensar en lo que decía Facundo Cabral: “El que hace lo que ama esta benditamente condenado al éxito”. Tengo muchas metas y planes, soy ambicioso y sé que mi paso por mi facultad me dará todas las herramientas para poder alcanzar todo lo que proponga.




Justamente una de esas metas es realizar un intercambio académico, fundamental en estos tiempos en que nuestro país necesita jóvenes que fomenten el trabajo colaborativo entre naciones y continentes, que construyan puentes en vez de muros y puedan aportar al crecimiento del lugar donde residan. Y para vivir esta experiencia tengo contemplado un lugar paradisiaco, que imana diversidad y amor por la vida, un país que se niega a olvidar sus tradiciones y que mira al futuro con optimismo.

Para hablar de este país es preciso tener una visión pluricultural y abierta a distintas posturas y enfoques, en este escrito no hablaré del país estereotipado por Hollywood como peligroso, pobre o en decadencia, de ese lugar al que los medios de comunicación han encasillado con la trata de blancas, las drogas, la prostitución o los narcos. Hablaré del 3er lugar a nivel mundial en biodiversidad, del primer productor de flores en el mundo, del país que tiene el mayor número de especies de pájaros y ranas, del primer productor de esmeraldas a nivel mundial, de donde viene el mejor café del mundo… ¡Colombia!

Colombia es un país que me cautiva al cien porciento y al que sin conocer le tengo gratitud y afecto, tal vez porque lo relaciono con mi México, ya que al igual que él, Colombia ha sido satanizado por los medios de comunicación al sobrexponer sus conflictos, dejando de lado sus cosas positivas, sus majestuosos paisajes, su variedad de climas, de sabores, de ideologías… tal vez porque me identifico con su gente, esa gente que se levanta cada mañana a hacer lo que le corresponde hacer para poder mejorar su situación, por su simbiosis entre cultura y vanguardia, lo cierto es que desde que supe de él no ha dejado de enamorarme.


Lo primero que conocí de ese país fue su ritmo, su sabor, esas melodías que acompañaron siempre mis mejores noches: La salsa, ese género que por sí mismo te habla de la alegría, del entusiasmo, de la forma de afrontar la vida de los colombianos. Pero no solo es eso, Colombia también es literatura, es arte, es pasión… es hablar de Botero o García Márquez, de Juan Pablo Montoya, de todos sus ciudadanos que día a día ponen en alto el nombre de su país.

Hablar de Colombia es también hablar de Bolívar, Santander o Nariño, quienes plasmaron en América Latina los valores de orden, libertad, y justicia y cuyas obras, sueños e ideales son los símbolos donde se inspira el horizonte educativo de la universidad donde espero aprender y aportar lo aprendido en mi país, “La Fundación Universitaria Los Libertadores” en donde pondré en practica estos conceptos que son imprescindibles para lograr un aprendizaje integral y de excelencia, porque necesitamos un continente donde exista orden y respeto a las creencias y costumbres de todos y la justicia sea el marco donde cada individuo pueda construir su propio camino hacia la superación.

Steve Jobs dijo alguna vez que solo aquellas personas que están lo suficientemente locas como para creer cambiar al mundo, son las que lo logran… por eso yo me considero un loco.


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