miércoles, 8 de mayo de 2013

¿Caínes educando a la sociedad Colombiana?


La serie “Los tres caínes” comenzó a transmitirse a principios de marzo de este año, narra la historia de Fidel, Vicente y Carlos Castaño, a quienes las autoridades señalan por cientos de masacre al fundar las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) agrupando a diversos  escuadrones paramilitares, el nombre hace referencia al hecho de que Carlos Castaño fue asesinado por orden de su hermano Vicente. La principal crítica de grupos de derechos humanos y de familiares de víctimas es que la serie presenta a los Castaño como "héroes" y promueve la violencia entre los colombianos, aunque el guionista de la serie Gustavo Bolívar, rechazó el argumento, además de asegurar que culpar a la televisión de la violencia es una injusticia y algo muy fácil.

Las posturas sobre el programa televisivo están divididas, aunque por una parte hay quien afirma que el problema no es hacer o no un seriado sobre los Castaño y el fenómeno del paramilitarismo en Colombia, sino hacer producciones sobre temas tan delicados y serios con datos pocos fiables y que no tengan la suficiente profundidad, como lo afirma Jerónimo Rivera, jefe del departamento de audiovisual de la Universidad de La Sabana, quien en entrevista aseguró que producciones como "Los Tres Caínes" son "una moda” y esto es lo que también parece peligroso.

Más peligroso aún si analizamos que la televisión funge un papel educativo en la sociedad debido al poder de influencia que tiene en la misma. El tema de fondo aquí es que se está siguiendo un criterio mercantil, la serie tiene un interés comercial sobre algo que no lo es, la dignidad humana y los derechos de las víctimas.


El programa presenta solo una visión de los hechos, la televisora nos ofrece un solo ángulo de la noticia. En la serie no se menciona, por ejemplo, que el paramilitarismo es una política de estado para el despojo y la eliminación de la oposición, por eso se ha demostrado su vínculo con policías, militares, políticos y empresarios, por lo que si el televidente se queda únicamente con eso tendrá una visión fracturada de la realidad.
El director de la polémica serie sostiene la teoría de que antes de los paramilitares había una corrupción que los originó. Ese origen es el que quiso mostrar en los Tres Caínes. “Antes de esos criminales, existen los corruptos. Primero hay unos corruptos que se roban la educación y por eso surgen estos monstruos, eso es muy difícil de entender, aseguró. Y si esto es difícil de entender para quien dirige el serial cuán difícil de entender será para los espectadores que cada noche se sientan frente al televisor. ¿El mensaje que el director quiere comunicar a su audiencia llegará de manera asertiva?

Como señala María Teresa Quiroz, la actualidad está marcada por la rapidez, eficiencia, y celeridad de las imágenes, tal vez debido a ello es mucha la gente que gracias a programas como éste ve al gran criminal como un héroe digno de ocupar la mente de millones de colombianos durante los mejores horarios, a pesar de que sus contenidos resultan contradictorios: Por un lado se reconstituye la vida de grandes criminales mediante la creación de personajes que, a juzgar por el rating, fascinan a la audiencia, ya que los Tres Caínes siguen en la cima de los índices de sintonía y de mayor tiempo de permanencia con un 62%. Un dato importante es que los hombres prefieren “Tres Caínes mientras que las mujeres prefieren “Allá te espero. Por otro lado, la serie es promovida con supuestos fines pedagógicos, para que la historia no se repita y para que los colombianos conozcan lo que les ha sucedido, sin embargo esta historia está manipulada y editorializada.


Ante tal contradicción resulta inevitable hacer, al menos, dos preguntas y una aseveración:
¿Qué aprenden sobre la historia reciente del país los colombianos que siguen esta serie, donde los protagonistas son paramilitares como los hermanos Castaño? ¿Qué pueden sentir las víctimas, impactadas por la violencia desatada por estos señores y cuyas heridas siguen abiertas? 

Ya que la telenovela replica el estereotipo que convierte a quienes luchan contra la violencia en incitadores de la insurgencia haciendo constante alusión a sociólogos, antropólogos, periodistas y demás trabajadores sociales como supuestos instrumentos de la subversión, alusión que puede convertirlos en víctimas potenciales de la demencia criminal tan contagiosa en este país.

Con respecto a la primera pregunta, una de las teorías es que el televidente es testigo pasivo cada noche de una violencia desmedida que vale porque sí, donde solo aparecen los perpetradores y sus secuaces, donde solo vemos señores de la guerra que deciden quién vive y quién muere.

Una forma maniquea de reconstruir la historia de una guerra que ha dejado preocupantes secuelas de dolor y de incertidumbre. En pantalla, vemos unos personajes semibarbados, vestidos con uniformes militares camuflados, muy malhablados y toscos, pero que siempre andan armados. Los televidentes aprenden que la violencia produce riqueza, que asesinar da prestigio y estatus, y que matar y contramatar puede convertir al asesino en figura política. Aunque en este punto es importante la postura de Fernando Sabater, quien distingue entre información y conocimiento, ya que aunque ambos términos sean parecidos son bastantes contrastantes.

¿Cómo es posible que en un país como Colombia, cansado de la guerra y que intenta desesperadamente pasar la página para convertirse en un país en paz, todavía existan canales de televisión capaces de hacer la apología de la violencia, de la impunidad, del sinsentido de la muerte para ganarse las treinta monedas de oro de Judas, que ahora llaman rating?

Cabe aclarar que los canales privados tienen todo el derecho de producir lo que consideren comercialmente viable y por supuesto en defensa de sus intereses, lo que resulta inadmisible es que las cadenas nacionales, con el objetivo de aumentar sus audiencias, se autoproclamen entes autorizados para dar lecciones de historia política o social a todo el país, aprovechando el vacío que la educación ha dejado en esas áreas.

Sus productos de ficción operan bajo ciertos patrones de producción y esquemas narrativos que les garantizan el reintegro de la inversión, porque finalmente estamos hablando de una industria y una lógica de mercado. Los venden como si fuesen la única versión de la historia, bajo el argumento trillado de que "un pueblo que no conoce la historia está condenado a repetirla".

Esa es la falacia de fondo que está haciendo tanto daño: es evidente que no pueden presentarla como la única versión. También debería ser claro que un televidente activo y formado estaría en capacidad de entender que existen muchísimas más versiones y que estas propuestas televisivas sólo son una más.

Claro, si al público lo queremos ver como idiotizado e incapaz de hacer una lectura crítica ante el contenido, la teoría hipodérmica es la que más le cala. Pero si observamos otro ángulo, otra teoría, nos damos cuenta que subestimar la inteligencia y la capacidad de deducción del público general no es siempre la mejor opción, ya que esto puede producir un efecto contrario a mediano plazo, cuando las audiencias reaccionen ante este trato que les hacen desde los medios y sus líneas editoriales.

Debemos tomar en cuenta que hay que superar el concepto de consumidor pasivo, vacío psicológica y culturalmente y pensar que la gente selecciona, busca, omite y construye lo que quiere ver. El televidente es un sujeto activo.

Por otro lado, en la academia colombiana son muy pocas las líneas de investigación, las asignaturas o la articulación entre universidades, que trabajan sobre el paramilitarismo y si estas series llegan con simplismo, no es solamente porque a la gente le guste ver imágenes frente a una pantalla, donde no hay que poner mayor esfuerzo más que contemplarla, sino también porque no se le ha ofrecido desde la academia y el pensamiento innovador, otras propuestas que los seduzcan y los motiven a buscar más información. La academia nacional no tiene un compromiso transversal en el estudio del paramilitarismo, y  tiene una obsoleta consideración sobre los medios de comunicación como “estrategias omnipotentes de manipulación”, acorde a lo que menciona Parra Sandoval, cuando afirma que la escuela abandonó la esencia de toda institución escolar: crear conocimiento.

Se sugiere a aquellos que pretendan emprender experiencias similares, recurriendo a series televisivas para aleccionar a la sociedad, acercarse a una buena asesoría académica que ofrezca mejores elementos, y un trabajo riguroso con fuentes y testimonios para realizar producciones de buena factura, en todos los aspectos. Debido a las características que presenta el proceso histórico recreado, se debe ser cuidadoso en la forma de enfocarlo; debe, al menos, hacer una integración de la perspectiva propia de las víctimas, para no caer en la inverosimilitud, el anacronismo y por supuesto, la apología.

Asimismo, como señaló Masterman en 1993, los medios tienen una importancia ideológica tan enorme que se hace necesaria una educación audiovisual con urgencia en las escuelas porque quienes controlan y trabajan en los medios tienen poder para fijar prioridades, ofrecer explicaciones y construir sus propias versiones de los acontecimientos. 




Con la colaboración de 

Nehidy Tenorio Prada


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