El reloj marca las 6 de la mañana y la
ciudad despierta… el clima no importa, si es uno de esos raros días en los que
hay sol, excelente, sino también. Lo único elemental es que es domingo y la
gente se aglomera en la carrera séptima para correr, patinar, caminar, o andar
en bicicleta. Convivir con la familia es lo fundamental. Esta importante
arteria de la capital colombiana, vía principal de la ciudad desde la época de
la colonia, se convierte en el epicentro de la recreación y el esparcimiento
bogotano. Poco importa si eres estrato 3 o 6, la carrera séptima es el lugar
para la diversidad.
Esta vía va desde Usme hasta Tunja, pero
el tramo histórico es de la calle sexta a la avenida el dorado, caminarla es
una costumbre singular de los “rolos” porque es el reflejo de su propio
progreso, de la multiculturalidad, pluralidad y cosmovisión de la vida, los
edificios que la custodian hablan del futuro, pero también de esa exquisita
conjugación con el pasado, un pasado, al igual que su presente, lleno de
contrastes y contradicciones.
Deambulando por esta arteria llegamos
a edificios emblemáticos de la ciudad, nos sumergimos en su historia... ninguno como el que se encuentra cuadras antes de llegar a la
plaza bolívar, -donde desemboca esta vía- se trata del cruce con la Avenida
Jiménez, lugar histórico escrito con sangre en la historia de Bogotá donde en
1948 asesinaron al caudillo del pueblo Jorge Eliécer Gaitán. Ese suceso hizo
que las calles bogotanas se convirtieran desde entonces en el espacio para la
expresión de los citadinos, en el que marchan para exigir al gobierno, ya sea
paz, ya sea justicia…
Como ésta, muchas son las avenidas y
calles que día a día transitan colombianos y extranjeros para llegar a sus
destinos y que nos sirven para conocer un poco más de la cultura e
idiosincrasia colombiana. En este viaje por la diversidad nos encontramos paisajes
totalmente diferentes, como la ceñida
Calle del Embudo, con casas de reliquia y almas en pena, donde se encuentran los jóvenes más
alternativos. En medio de la plaza, mozos altos con ropa informal
y abundante cabello, se dedican a hacer malabarismo perfeccionando su técnica con el pasar
de los años, que a decir verdad es de gran admiración.
Entre El Chorro de Quevedo y el Hostal que queda entrando al callejón de las brujas, se encuentran unas escaleras que nunca estarán exentas de musicalidad, pues grupos de jóvenes rockeros, intérpretes de géneros como el heavy metal, reggae y jazz, llenan el aire de hertz rítmicos que hacen vibrar la oscura tarde Bogotana dando pronta bienvenida a la noche. Estas estrechas calles todavía hechas con ladrillos albergan todo tipo de expresiones culturales: Rastafaris altos caminando lentamente mientras viajan a encontrarse con Jah en su meditación con la Pacha Mama, metaleros vestidos de negro tomando aguardiente en botellas envueltas por bolsas de papel, hippies viejos y desaliñados acostados sobre el suelo árido, regalando melodías a los visitantes con una guitarra acústica y una armónica, hasta punks con crestas de colores, chaquetas de cuero curtido y holgadas botas negras desfilando con poder. Esa mezcla de posturas frente a la vida se une en un sincretismo mágico.
Otra
de las calles emblemáticas de los capitalinos es la calle de las sombrererías
como popularmente se le conoce a ese sector de la calle 11 en el centro de la
ciudad. Y no deja de ser curioso, no porque sea un lugar donde las ventas no sean
escasas, sino porque es cada vez mayor el número de personas jóvenes que
adquieren sombreros en una calle que es tan tradicional como el accesorio
mismo.
Estos
sitios en su mayoría tienen ventanales grandes donde exhiben orgullosamente los
diferentes modelos de sombreros que tienen a disposición; de igual forma lucen
avisos con tipografía antigua, fiel reflejo de la tradición que acompaña esta
industria. En un momento de la tarde, el flujo de personas en la calle y dentro
de los negocios aumenta, el ¿cuánto cuesta?, y el ¿nada menos? se hace
recurrente.
Así
es el deambular por la ciudad. Las calles y avenidas bogotanas son reflejo fiel
de los colombianos, son más que una vía de acceso, un pasadizo hacia la
cultura, la historia y la tradición. A cada paso descubres un poco más por qué el único
riesgo de Colombia es que te quieras quedar.
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