domingo, 9 de junio de 2013

Caminando Bogotá

El reloj marca las 6 de la mañana y la ciudad despierta… el clima no importa, si es uno de esos raros días en los que hay sol, excelente, sino también. Lo único elemental es que es domingo y la gente se aglomera en la carrera séptima para correr, patinar, caminar, o andar en bicicleta. Convivir con la familia es lo fundamental. Esta importante arteria de la capital colombiana, vía principal de la ciudad desde la época de la colonia, se convierte en el epicentro de la recreación y el esparcimiento bogotano. Poco importa si eres estrato 3 o 6, la carrera séptima es el lugar para la diversidad.

Esta vía va desde Usme hasta Tunja, pero el tramo histórico es de la calle sexta a la avenida el dorado, caminarla es una costumbre singular de los “rolos” porque es el reflejo de su propio progreso, de la multiculturalidad, pluralidad y cosmovisión de la vida, los edificios que la custodian hablan del futuro, pero también de esa exquisita conjugación con el pasado, un pasado, al igual que su presente, lleno de contrastes y contradicciones.

Deambulando por esta arteria llegamos a edificios emblemáticos de la ciudad, nos sumergimos en su historia... ninguno como el que se encuentra cuadras antes de llegar a la plaza bolívar, -donde desemboca esta vía- se trata del cruce con la Avenida Jiménez, lugar histórico escrito con sangre en la historia de Bogotá donde en 1948 asesinaron al caudillo del pueblo Jorge Eliécer Gaitán. Ese suceso hizo que las calles bogotanas se convirtieran desde entonces en el espacio para la expresión de los citadinos, en el que marchan para exigir al gobierno, ya sea paz, ya sea justicia…

Como ésta, muchas son las avenidas y calles que día a día transitan colombianos y extranjeros para llegar a sus destinos y que nos sirven para conocer un poco más de la cultura e idiosincrasia colombiana. En este viaje por la diversidad nos encontramos paisajes totalmente diferentes, como la ceñida Calle del Embudo, con casas de reliquia y almas en pena, donde se encuentran los jóvenes más alternativos. En medio de la plaza, mozos altos con ropa informal y abundante cabello, se dedican a hacer malabarismo perfeccionando su técnica con el pasar de los años, que a decir verdad es de gran admiración.

Entre El Chorro de Quevedo y el Hostal que queda entrando al callejón de las brujas, se encuentran unas escaleras que nunca estarán exentas de musicalidad, pues grupos de jóvenes rockeros, intérpretes de géneros como el heavy metal, reggae y jazz, llenan el aire de hertz rítmicos que hacen vibrar la oscura tarde Bogotana dando pronta bienvenida a la noche. Estas estrechas calles todavía hechas con ladrillos albergan todo tipo de expresiones culturales: Rastafaris altos caminando lentamente mientras viajan a encontrarse con Jah en su meditación con la Pacha Mama, metaleros vestidos de negro tomando aguardiente en botellas envueltas por bolsas de papel, hippies viejos y desaliñados acostados sobre el suelo árido, regalando melodías a los visitantes con una guitarra acústica y una armónica, hasta punks con crestas de colores, chaquetas de cuero curtido y holgadas botas negras desfilando con poder. Esa mezcla de posturas frente a la vida se une en un sincretismo mágico.

Otra de las calles emblemáticas de los capitalinos es la calle de las sombrererías como popularmente se le conoce a ese sector de la calle 11 en el centro de la ciudad. Y no deja de ser curioso, no porque sea un lugar donde las ventas no sean escasas, sino porque es cada vez mayor el número de personas jóvenes que adquieren sombreros en una calle que es tan tradicional como el accesorio mismo. 
Estos sitios en su mayoría tienen ventanales grandes donde exhiben orgullosamente los diferentes modelos de sombreros que tienen a disposición; de igual forma lucen avisos con tipografía antigua, fiel reflejo de la tradición que acompaña esta industria. En un momento de la tarde, el flujo de personas en la calle y dentro de los negocios aumenta, el ¿cuánto cuesta?, y el ¿nada menos? se hace recurrente.
Así es el deambular por la ciudad. Las calles y avenidas bogotanas son reflejo fiel de los colombianos, son más que una vía de acceso, un pasadizo hacia la cultura, la historia y la tradición. A cada paso descubres un poco más por qué el único riesgo de Colombia es que te quieras quedar.  

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