Hablar de los aztecas constituye sumergirse en un mundo místico y fantástico, colmado de sabiduría y conocimientos que en la actualidad -aun viviendo en plena sociedad de la información- pareciera imposible de igualar. Su asombroso saber sobre matemáticas, astrología, medicina y sus creencias en cuanto a religión están plagados de incógnitas que son imposibles de debelar, su misterio es lo que me atrae.
En el lago de Texcoco vieron la señal del dios Huitzilopochtli: un águila, en un nopal, devorando a una serpiente; y fundaron allí la ciudad de Tenochtitlán, que significa: donde está el nopal silvestre.
Cuentan que cuando los conquistadores entraron a la antigua Tenochtitlán, quedaron tan asombrados que creyeron estar viendo visiones, tan portentosa y majestuosa era, y sin embargo llegaron, la destruyeron y construyeron los nuevos cimientos de lo que actualmente es el valle de México.
En medio de una laguna estaba construida una ciudad mayor que cualquier otra contemporánea de Europa, enormes templos se levantaban sobre el agua como un gran espejismo. Moctezuma -gobernante mexica-, tenía millones de súbditos a sus órdenes y de sus vastos dominios al gran Mercado de Tlatelolco, -quizá el más grande del mundo en su época-, llegaban los productos más variados. Templos, canales, calzadas, palacios y jardines embellecían la capital azteca, en un pueblo que había demostrado que el dinero no importaba demasiado cuando la inteligencia lo suplía fácilmente.
Los aztecas tenían gran habilidad para la literatura, algunos emperadores fueron grandes poetas como Nezahualcóyotl, los poemas aztecas podían ser recitados o cantados al ritmo de tambores y trompetas y aunque frecuentemente eran dedicados a los dioses, también trataban de temas como la amistad, la guerra, el amor y la vida.
Una de las ciencias de más tradición para los aztecas era la astrología, gracias a sus observaciones determinaron con gran precisión las revoluciones del sol, de la luna, de venus, y, quizá, de Marte; agruparon las estrellas en constelaciones, supieron de la existencia de los cometas; la frecuencia de los eclipses de sol y de luna; y pudieron crear un complejo calendario. Poseían conocimientos de meteorología y así podían predecir heladas o establecer las características de los vientos dominantes. Todo esto sin contar con tecnología de punta, maestrías o doctorados, sino mediante la experiencia y la observación.
La medicina también tuvo un gran nivel de desarrollo. Con su conocimiento de la naturaleza distinguieron propiedades curativas en diversos minerales y plantas. Los sacrificios humanos, para muchos tan despiadados, favorecieron el conocimiento de anatomía, pues muchos de estos consistían en sacar el corazón y desmembrar el cuerpo.
Las leyes eran muy severas. Algo que me asombra mucho es que el castigo era más duro si quien había cometido el delito era un funcionario o noble importante cosa completamente contraria a lo que pasa en la actualidad.
Existía la pena de muerte para los delitos de asesinato, traición, aborto, incesto, violación, robo con fractura y adulterio. En este último caso se procedía a la lapidación, aunque la mujer era estrangulada previamente.
La embriaguez era considerada delito. Sólo era permitida, en algunas circunstancias, para los ancianos y los guerreros profesionales. El castigo iba desde el rapado de la cabeza si era la primera vez que alguien no importante cometía la falta hasta la muerte.
Lo que más me apasiona de mis ancestros son sus creencias religiosas, según los aztecas el mundo fue creado y destruido cuatro veces. Luego fue creado por los dioses por quinta vez. Ellos hicieron la tierra y la separaron del cielo. Después el dios Quetzalcóatl creó los hombres y las plantas que los alimentan.
Los aztecas contaban esto así:
«Hicieron luego el fuego, y hecho, hicieron medio sol, el cual, por no ser entero, no relumbraba mucho, sino poco. Luego hicieron a un hombre y a una mujer: al hombre le dijeron Uxumuco y a la mujer Cipactonal. Y mandárosles que labrasen la tierra; y a ella que hilase y tejiese. Y que de ellos nacerían los macehuales, y que no holgasen, sino que siempre trabajasen. Y a ella le dieron los dioses ciertos granos de maíz, para que con ellos curase y usase de adivinanzas y hechicerías, y así lo usan hoy en día de hacer las mujeres.»
Algo muy parecido a la religión católica, que vino a apoderarse de las creencias de los nativos y que ya desde entonces, influía en el machismo dominante desde el principio de la civilización.
El sincretismo religioso a la llegada de los españoles fue algo determinante, y es que los españoles llegaron a imponer su religión, una religión monoteísta, y cuando hablo de imponer lo digo con todo conocimiento de su significado, es por todos sabido que las creencias de los aztecas estaban tan arraigadas que costo sangre y manipulaciones hacer que nuestros sabios ancestros creyeran en Jesús y no en Huitzilopochtli, en Guadalupe y no en Coatlicue, los conquistadores suplieron de forma audaz a todos los dioses antiguos. A Coatlicue, la diosa de la tierra, a Huitzilopochtli, el dios de la guerra, a Ipalnemoani, la fuerza suprema. Y llamaron a eso: Evangelizar.
Otro aspecto que -personalmente- me intriga, es el sexual. Sólo había dos formas de relaciones sexuales permitidas: las que tenían lugar dentro del matrimonio; y las de guerreros solteros con sacerdotisas dedicadas a la prostitución ritual, estas se presentaban adornadas y maquilladas y proporcionaban al hombre alucinógenos y afrodisiacos que estimulaban su apetito sexual. Siempre mantenían este tipo de relaciones antes de que los guerreros partiesen a la batalla. El adulterio, sin embargo e irónicamente, era severamente castigado.
Cada aspecto de la vida sexual estaba asociado a un dios diferente. Xochipilli era el dios de las flores, del amor, de la fertilidad, pero también de las relaciones sexuales ilícitas; al igual que su esposa, la diosa Xochiquétzal quien, además, era protectora de la prostitución. Por su parte, Tlazoltéotlera la diosa del placer, la voluptuosidad, la fecundidad y la fertilidad, protegía a las parturientas, a las parteras, a los hechiceros relacionados con el mundo amoroso y a los hombres de intensa actividad sexual.
Muchos españoles hablan de que detrás de la riqueza y el esplendor, estaban las guerras constantes, los sacrificios de prisioneros, y el odio latente de los pueblos que eran sometidos por los grandes imperios guerreros, y hasta se atreven a afirmar que entre ellos mismos ansiaban sacudirse el yugo que se les había impuesto y que a la llegada de los propios españoles varios reinos indígenas tenían en mente la misma idea que los conquistadores: vencer a Tenochtitlán, su principal enemigo. Algo en lo que yo difiero, pues pienso que de no haber conquistado Tenochtitlan, hoy esa ciudad gozaría de un esplendor inextinguible.

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