viernes, 15 de julio de 2016

Ser ciudadanos del mundo, el rumbo de la juventud.


Haber participado en el proyecto “Ciudadanos Globales, Rumbo Joven” del Instituto Mexicano de la Juventud fue una experiencia muy gratificante en todos los sentidos.
Primero haber sido seleccionado entre más de trescientos aspirantes de todo el país es algo que me llena de orgullo, aunado a poder representar a mi alma mater, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en Bogotá, siendo el único seleccionado de todo el Estado para pertenecer al proyecto, lo que representó sin duda un enorme compromiso en dar lo mejor de mí para poner en alto el nombre de Puebla.
Trabajar en favor en favor de reducir el embarazo en adolescentes fue una labor apremiante, ya que considero que en vez de maldecir la oscuridad cada uno de nosotros podemos encender una vela.
Ser partícipe de esta gran iniciativa me nutrió de muchos aprendizajes, uno de ellos relacionado a una de mis pasiones: la oratoria. Y es que sí, los concursos son algo fenomenal, esos nervios que sientes cuando estás a punto de subir a la palestra, ver la cara del honorable jurado calificador, recibir aplausos... pero aprendí que hay un mejor escenario para mover consciencias ¡el salón de clases! En esta ocasión mis discursos no duraron cinco minutos sino sesenta, el mensaje no fue unidireccional sino multidireccional, y no recibí calificación del jurado pero sí el cariño y aplausos de mis alumnos.
Decía uno de los grandes oradores antiguos Marco Tulio Cicerón que las palabras que no van seguidas de las acciones sirven para nada, por eso aprendí que la oratoria social es una gran herramienta para mejorar nuestro entorno, para que cuando los oradores callemos sean nuestros hechos los que hablen por sí mismos.

¿Qué te motivó a emprender esta experiencia?
Sin duda el hecho de representar a México en el extranjero siempre ha sido uno de mis objetivos, como ciudadano y como profesional de la comunicación, porque sé que lo que nuestro país demanda de sus jóvenes es que construyan puentes en vez de muros, y que entorno a nuestra patria existen un sinfín de estereotipos mediáticos que como mexicanos debemos romper ahora.
Ser embajador de mi país fue uno de los principales motivos por los que decidí emprender esta experiencia, algo que no es nada fácil porque conlleva en sí un privilegio pero una enorme responsabilidad. Tenía entonces –así lo pienso- la obligación de poner a México muy en alto.
Otra de las razones fue el hecho como tal de realizar un voluntariado y la temática que éste implicaba.Como joven me siento parte de una generación que necesariamente tiene que mover a México, somos agentes de cambio. Los jóvenes más que ser la generación del mañana tenemos –o debemos tener- un papel estratégico dentro de la sociedad, y parte de ese rol es ayudar a los demás. Por eso ser voluntario ha sido una de las grandes experiencias de mi vida, que me motivó a abandonar mi zona de confort para poder aportar al objetivo de disminuir los embarazos en adolescentes, un tema que me duele y preocupa cuando las últimas cifras de la OCDE ubican a nuestro país en el primer lugar mundial este fenómeno. 
Y un motivo más –debo decirlo- fue regresar a la que considero “mi segunda patria”. Uno de mis grandes sueños es poder conocer toda América Latina, “Nuestra América” diría José Martí, y al ser Colombia el primer país que conocí muchos saben del amor que le tengo, volver ahora de la mano del Instituto Mexicano de la Juventud sin duda era una oportunidad que no podía dejar escapar.

¿Cuáles fueron los 3 aprendizajes más importantes?
Conocer otro país, su gente, su cultura, conlleva en sí un gran aprendizaje. Hay quien dice que viajando es como de derriban los prejuicios sociales y nos hace tener una perspectiva trescientos sesenta grados, y es que después de todo, somos ciudadanos del mundo. 
Elegir entre los aprendizajes más importantes de esta experiencia es sin duda una labor titánica, porque a cada paso había uno nuevo, no obstante he de decir que aprender a ser tolerante fue uno de ellos.
Aprendí que muchas veces nos encerramos en círculos homogéneos donde no caben expresiones, pensamientos o situaciones diferentes a las nuestras. Somos gregarios, creemos que sólo lo que hacemos nosotros está bien y discriminamos lo que nos es ajeno.Ser tolerantes ante el pensamiento distinto es verdaderamente fundamental en la era de la globalización. Aprendí a trabajar con gente con disciplinas diferentes a la comunicación, a respetar la idiosincrasia y la cultura de las personas... el multiculturalismo es algo realmente rico.
La tolerancia también implicó ponerse en los zapatos de nuestros estudiantes, comprenderlos, modificar nuestras estrategias de acuerdo a su edad, hora del día o incluso estado de ánimo. Comprobé que la verdad tiene más de dos caras.
Otra lección importante fue aprender a valorar las cosas que tenemos a la mano, tan comunes que muy pocas veces les damos importancia; una ducha caliente, tu cama, una tarde con tus seres queridos, no tener que caminar por horas (sobre un camino empinado) para llegar a la escuela...
En la distancia –irónicamente- comprendes muchas cosas de tu país, entiendes que México no es de los partidos políticos, ni del narco, ni de las televisoras, México es del país de uno diría Denise Dresser y entonces lo extrañas y lo amas más, sientes la rabia de verlo como está y eso te orilla a regresar y salvarlo, a tomar acción, lo valoras tanto que no lo sigues lastimando con tu indiferencia.

¿Cuáles fueron los momentos más difíciles y que hiciste para resolverlos?
Tengo la certeza de que a veces aprendemos más de los errores o situaciones difíciles que de los aciertos, porque en realidad lo que debemos hacer es convertirlos en áreas de oportunidad.
Uno de los principales obstáculos fue que no había una investigación previa del contexto en el cual trabajaríamos y se pensaba implementar el proyecto con estrategias ajenas a la cultura del lugar y sin saber el nivel de conocimientos que tenían los jóvenes con los que trabajaríamos, por lo que se decidió –aunque nos tomara más tiempo- elaborar una encuesta de salida y con base al análisis de resultados modificar las estrategias planteadas, para tener un mejor impacto y aprovechamiento del taller.
Otro momento difícil fue encontrarme –debido a sucesos extraordinarios- con poca solvencia económica y que las instituciones a las que solicité apoyo me dieran negativas o simplemente no me ofrecieran respuesta, sin embargo la lección aprendida fue hacer con lo poco mucho, nadie va a salvarte sobre todo cuando se trata de finanzas, así que saber administrar gastos y reducirlos al mínimo es ya una habilidad adquirida. 
Complicado también fue –casi al final- ponerse en común con la fundación con la que colaboramos, ya que la misma temática del taller y la cultura de algunas autoridades de Procrear AC entraron en choque. Un sentido de otredad fue valioso ya que estaba consciente de que trabajando con la fundación, lo que hiciera bien o mal se vería reflejado en su reputación, así que debía ser muy cuidadoso en mi labor para no generar conflictos o confusiones. 
La comunicación fue vital. Más del 70% de los problemas que tenemos en el mundo son debido a una comunicación deficiente, así que cuando se presentaron algunos desacuerdos o malos entendidos, sentarse y comunicarnos fue sin duda la mejor decisión. 

¿Crees haber adquirido alguna habilidad que te permitirá resolver en el futuro situaciones complicadas o adversas?
Decía Enrique Lardiel que viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia; tomando esta cita como punto de partida debo decir que viajar a Colombia para realizar un voluntariado además de los aprendizajes adquiridos desarrolló en mí habilidades útiles no sólo en situaciones complicadas sino para la vida diaria. 
Una de ellas ya la he mencionado anteriormente, la comunicación asertiva. Tenemos que estar conscientes de que hablar y comunicar no es lo mismo, en ocasiones no pensamos en nuestro receptor al momento de crear nuestro mensaje u olvidamos elegir el canal correcto para difundirlo. Utilizar palabras correctas en el lugar correcto es algo que reduce muchos conflictos.
El estar lejos de tu casa, de tu familia, de tu país, te brinda autonomía, seguridad, madurez. Tener experiencias de este tipo desarrolla desde luego tu liderazgo, ya que aprendes a ser empático con los demás, a tomar buenas decisiones, a no esperar a que otros resuelvan tu problema sino tomar acción para resolverlo por ti mismo.
Pararte frente a un salón de clases con chicos de 12 a 19 años para hablar de sexualidad y mantenerlos atentos durante una hora fue un reto del cual salí avante, y después de esto coordinar grupos, liderar proyectos, exponer ideas, lograr consensos, es sin duda más fácil.
Una habilidad más es prever. Durante el taller se presentaron sucesos difíciles de los cuales aprendí demasiado, y para no volver a pasar por ellos tuve que tener siempre una visión a futuro y de acuerdo al conocimiento previo prever las situaciones que podrían presentarse con determinadas estrategias. Resumiendo. Puedo decir que existe un parteaguas al participar en Ciudadanos Globales, Rumbo Joven, un antes y un después. Todos los aprendizajes, habilidades, y experiencias, me hicieron crecer personal y profesionalmente.
Mirando en retrospectiva es increíble como seis semanas pudieron hacer de mí un mejor ser humano. 
Despues de vivir esta experiencia mi compromiso para continuar siendo un joven proactivo se reafirmó, además de tener aún más presente la importancia de fomentar en los de mi generación el trabajo colaborativo entre naciones y continentes, demostrar el por qué somos nosotros los que marcaremos el rumbo de nuestra nación y considerarnos dichosos al poder ser parte de los ciudadanos globales.
Es aquí cuando extiendo mi más sincero agradecimiento a la Secretaría de Desarrollo Social, al Instituto Mexicano de la Juventud, a la Asociación Internacional de Estudiantes de Ciencias Económicas y Comerciales (AIESEC por sus siglas en francés) y a todos los que de alguna u otra forma estuvieron involucrados para que este proyecto fuera realidad. Apostar por la juventud no es una apuesta en sí, puesto que ya está ganada de antemano.
No queda más que seguir trabajando con y para los jóvenes, y poder dar seguimiento a lo que comenzamos en Colombia, aquí, en nuestro país. A manera de Einstein podría concluir que sólo una vida vivida para los demás vale la pena ser vivida.

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